
Desde hace tiempo disfrutamos de las acelgas, calabazas y demás verduras que Jernej cultiva y trae a Biolíbere. Pero más allá del sabor hay un proyecto agroecológico que, en apenas dos años, ha transformado un terreno cercano al Cerro de los Ángeles en un vergel de biodiversidad y vida.
Una mañana de otoño, cuenta Hugo Abad cooperativista de Biolíbere, pedaleé desde Las Margaritas hasta su finca atravesando el polígono industrial. El contraste con su espacio regenerado era evidente, donde antes había suelo degradado, ahora florecen cultivos sanos. Jernej me habló de su motivación, no solo producir alimentos, sino recuperar la tierra y demostrar que la agroecología es una vía sostenible y necesaria.
Este enfoque va más allá de la producción. Jernej ve la agricultura como una forma de conexión con la naturaleza y de educación para nuevas generaciones. Su huerto no solo alimenta, también inspira. Imaginemos qué pasaría si más terrenos urbanos fueran recuperados con la misma visión, si existieran más espacios comunitarios donde tocar la tierra y aprender de ella.
Biolíbere y otros proyectos afines están abriendo camino en la construcción de un sistema alimentario local y justo. La agroecología urbana no es solo una alternativa, sino una necesidad para fortalecer comunidades y regenerar nuestro entorno. Iniciativas como la de Jernej nos recuerdan que el futuro está en nuestras manos: en la tierra que cultivamos y en las redes que tejemos.